Alberico era hijo de la poderosa dama Marozia y aprovechó un fuerte tumulto popular para hacerse con el control de una decadente Roma. Expulsó de la ciudad a su padrastros Hugo de Provenza, encerró a su madre en un convento y apartó del papado a su medio hermano Juan XI. Como nuevo papa fue elegido el hijo de Alberico, Juan XII. En la Ciudad Eterna se instaló una suerte de República Popular y los romanos lo proclamaron príncipe. Con Alberico, de casta le viene al galgo, los papas fueron marionetas manejados a su completo antojo.
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