lunes, 4 de noviembre de 2019

DÓLMENES DE ANTEQUERA.




La primera locura del hombre, las más antiguas catedrales de la historia. En el sur de Europa, en la soleada Andalucía se localiza uno de los más destacados conjuntos megalíticos del Viejo Mundo. Las culturas megalíticas se extienden por los llanos de Antequera, nunca sabremos (a ciencia cierta) de que manera el influjo atlántico dinamizó estas enormes construcciones. Para mí, son las auténticas catedrales de la prehistoria, pues sus variadas funciones son idénticas. Lugar más destacado del entorno, al igual que las catedrales góticas de las ciudades medievales. La prosperidad burguesa medieval potenció la construcción de las iglesias urbanas, ¿qué clase social impulsó la construcción de estos dólmenes?. La pasión litolátrica subyace en esta maravillosa obra humana. Del Calcolítico al gótico, del dólmen a la catedral, de la jerarquía agropecuaria a la poderosa burguesía comercial.


Un enclave privilegiado donde se acumulan fragmentos dispersos de la vida pasada. Un impresionante conjunto megalítico que nos traslada a otro tiempo, muy lejano y desconocido. Para comprender el salto evolutivo de la especie humana, para tratar de escudriñar el alma de la Humanidad, debemos comenzar a analizar y reflexionar en lugares como éste. Se trata de un espacio mental más que una simpre realidad geográfica. Un centro del mundo donde lo sagrado se manifiesta de un modo absoluto.


El Conjunto Arqueológico de los Dólmenes de Antequera está formado por tres monumentos: el Tholos de El Romeral, el Dolmen de Viera y el Dolmen de Menga, y es uno de los mejores y más conocidos exponentes del megalistmo europeo. Para levantarlos se pusieron en práctica una amplia gama de soluciones y técnicas arquitectónicas. Pero por lo general se caracterizan por el uso de grandes bloques de piedra.

Estas misteriosas construcciones (misteriosas en cuanto a técnica, motivación, significado y funcionalidad) son las primeras formas de arquitectura monumental en la Prehistoria europea. Los primeros se construyeron haca unos 6.500 años.

Los constructores de los megalitos de Antequera fueron las primeras comunidades agropecuarias de las tierras fértiles del Guadalhorce. En el entorno de la necrópolis se han identificado varios asentamientos del Neolítico y de la Edad del Cobre (5000 – 2.200 a.C.). El Cerro de Marimacho, una pequeña colina a 200 metros de Viera y Menga, es el asentamiento más cercano a la necrópolis. Se trata de un poblamiento de viviendas semisubterráneas.


Ninguna de estas aldeas pudo acometer a iniciativa individual la erección de estos grandes bloques de piedra. Esta ingente tarea requería de una estrecha colaboración y cooperación entre numerosas comunidades rurales, que compartían códigos religiosos comunes así como una noción compartida de pertenencia tribal o clánica. ¿Estamos quizás ante el germen de una sociedad compleja preestatal?. En ese sentido, las nuevas propuestas de los últimos años, interpretan el megalitismo como una forma de expresión de las desigualdades que se van produciendo en la sociedad a partir del Neolítico.

Una hipótesis. Entre las primeras sociedades de agricultores y pastores de Europa Occidental, esta arquitectura monumental sirvió para fijar ideológicamente la presencia y arraigo de la sociedad en la tierra. Algo parecido a lo que ocurrió en Egipto con las grandes pirámides del Imperio Antiguo (siempre nos movemos en los embarrados terrenos de la hipótesis, de la posibilidad, por remota que sea).

“En su función como cámaras mortuorias algunos megalitocs son verdaderos depósitos de identidad cultural y genealógica; y como templos y espacios rituales, sirven también para la realización de ceremonias propiciatorias, relacionadas a menudo con la fertilidad de la naturaleza y la memoria de los antepasados”(Junta de Andalucía. Presentación del Conjunto Arqueológico).


Esta espectacular necrópolis megalítica de Antequera, situada entre Málaga y Granada es un destacado hito en la densa distribución de construcciones funerarias prehistóricas en la Europa Occidental, en especial en su fachada atlántica. Unas construcciones que se quisieron vincular erróneamente con las sociedades celtas (de las que tanto se ha especulado).

Dos son los posibles criterios para definir el megalitismo: la utilización de grandes piedras en las construcciones funerarias y el uso ritual de inhumación colectiva.

[…] fueron utilizados como osarios para los restos de los muertos ancestrales, como marcadores territoriales de la sociedad, puntos focales y centros para actividades rituales, y lugares en los que los recuerdos sociales llegaban a ser codificados” (C. Tilley).

Investigadores y arqueólogos han intentado profundizar en la relación que existe entre estas tumbas y el territorio circundante, así como con las estrategias económicas que desarrollaron las sociedades que los erigieron. Destaca la conexión entre la dispersión megalítica y las rutas por las que se desplazan los rebaños.

En definitiva, el megalito simboliza el esfuerzo colectivo de toda la comunidad, y además legitima (y mantiene en el poder) a determinados linajes, que vinculan su posición jerárquica a través de sus teóricos ancestros (reales o míticos).


La Peña.
El Dólmen de Menga está orientado hacia la Peña, probablemente un hito sacralizado en los llanos de (la futura) Antequera. Cuando los ancestros se elevaron sobre sus dos piernas descubrieron un mundo mágico: el Sol, el Cielo, la Luna, la Lluvia y la Montaña. Y esos lugares se convirtieron en la morada de sus recién nacidos dioses. La naturaleza humana se fue apropiando de la Naturaleza Madre y la humanizó, la explicó desde su propia óptica. El perfil de la Peña es el símbolo más poderoso de este paisaje. La orientación especial del Dólmen de Menga es posible explicarla por la presencia de un área de especial significado simbólico y ritual en la cara norte de la Peña, el lugar donde se ubica el conocido abrigo de Matacabras (que además contiene pinturas rupestres esquemáticas).


Tholos de El Romeral.
Típico sepulcro de falsa cúpula ubicado a tres kilómetros de distancia de los otros dos. Estamos ante el único dólmen de falsa cúpula del conjunto. Su construcción es muy difrente, pues las paredes están construidas con piedras de pequeño tamaño y ladrillos hechos de tierra, cubiertas con losas planas. Cronológicamente es más reciente que los otros dos, 1800 a.C. Conserva un corredor larguísimo de 15 metros, que en origen pudo duplicar esa longitud. A partir de una puerta arquitrabada, el corredor conduce a una gran cámara circular central, de falsa cúpula. Desde esta gran cámara se accede por otra puerta a otra cámara, también circular, pero de menores dimesiones. El eje del Romeral apunta exactamente a la mayor elevación montuosa de la sierra de El Torcal, conocida como Camorro de las Siete Mesas. Hay quien ha querido ver aquí (quizás con cierta razón) una batería natural donde recargar las baterias de energía telúrica, que se transforma en vitalidad. Una tumba en esta zona de energías telúricas. Un lugar de paz infinita y silencio abrumador. Hemos violado a la Madre Tierra, penetrando en sus entrañas, volviendo al útero.


Dólmen de Viera.
Un sepulcro de corredor. Formado por un largo corredor segmentado en dos tramos, al final del cual se dispone una cámara de planta cuadrangular, a la que se accede a través de una puerta perforada cuadrangularmente en la primera losa. Tiene un recorrido interior de 21 metros, edificado con técnica ortostática. La altura media del interior del sepulcro es de 2 metros y está cubierto con un túmulo de 50 metros de diámetro, orientado a levante, ligeramente hacia el sureste siguiendo los patrones estándar ibéricos.



Grandes construcciones megalíticas, inmemoriales en el tiempo, el primer intento humano de trascender a través de construcciones pétreas. ¿Tumba o templo?. ¿O ambas cosas?. Un corredor o pasillo construido con enormes lajas lleva al interior, al fondo, al lugar de los muertos. La entrada al inframundo eterno, a las entrañas de la Madre Tierra, a la que todos volveremos.


Dólmen de Menga.
El Dólmen de Menga (llamado así porque allí tuvo refugio durante muchos años una leprosa llamada Dominga, la Menga), en cuya construcción colaboró toda la comunidad, se encuentra orientado hacia la Peña (conocida como Peña del Indio o de la Mujer durmiente). Un sepulcro de corredor, con un atrio abierto hacia el exterior que da paso a un segundo tramo de planta rectangular que, a modo de corredor, sirve de acceso a la cámara, de planta ovalada, quedando marcado el tránsito de corredor a cámara por una alteración en la dirección de la línea de ambos laterales. En el tercio final de la cámara se alcanza la máxima altura, seis metros. Cubierto con un túmulo de 50 metros de diámetro, está orientado hacia el noreste (al norte de la salida del Sol en el Solsticio de verano), orientación anómala en este contexto cultural que se explica por la alineación con la Peña, una montaña con rostro humano.

Un sepulcro de corredor que sigue la misma estructura que cualquier templo, horada el suelo, penetra en la tierra. El ser humano, el fiel debe descender, avanzar por el camino iniciático, al finalizar este sendero marcado, encontrarse con la divinidad. Es posible que una vez recorrido este corredor hallemos la entrada al Inframundo.


Es precisamente aquí, en la interpretación del fenómeno megalítico, donde se centra en la actualidad la atención de los estudiosos del tema. Los rasgos fundamentales del megalitismo son, en el aspecto físico, la monumentalidad, la visibilidad y la situación en lugares adecuados, y en el aspecto ideológico, el carácter funerario, religioso o simbólico, la condición de obra colectiva y su carácter de elemento distintivo o de señalización. Para C. Renfrew los megalitos desempeñaron una función social como elementos de equilibrio social de los grupos; para Darwill y Fleming, fueron símbolos de delimitación territorial destinados a regular la adaptación al entorno; para Larson, Tilley y Shanks, un símbolo que expresaba una ideología y poder, resaltando el control sobre el ritual destacado sobre el monumento, con lo que se ayudaba a mantener el continuismo del dominio de los mayores; para A. Saxe, la titularidad sobre la tierra comunal quedaba atestiguada por el mantenimiento de las tumbas de los antepasados; para Chapman, la materialización de los derechos del grupo sobre el territorio en el que se erigían, dándoles derechos para acceder a la explotación de sus recursos básicos de subsistencia. En todo caso, parece claro que los megalitos desempeñaron una función social en la que estaban presentes tanto el culto a los antepasados como el deseo de hacer ver a los demás el control sobre el territorio y la fuerza y cohesión del grupo que en él vivía.
Jorge Juan Eiroa
Nociones de Prehistoria General.

Maravilloso lugar de eterno descanso, miles de años, la primera locura del hombre, intento de eternidad, templo, sitio idóneo para venerar o adorar, hablar, encontrar a la divinidad, asentamiento telúrico, magia, puerta al Inframundo. Además el cementerio actual de Antequera se encuentra muy próximo, terrenos estos abonados por cadáveres, tierras de tránsito del mundo de los vivos, al de los muertos.


Bajo el Sol de la mañana, de un bonito día invernal, mi mente ha quedado colapsada tratando de desentrañar los secretos de estas construcciones megalíticas. Un lugar más mental y simbólico que geográfico, un onfhalos sagrado donde la esfera espiritual domina totalmente al plano temporal y material.

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