domingo, 6 de octubre de 2019

TRAVEMÜNDE.



Una localidad portuaria y playera. Un pequeño municipio alemán situado en la costa del mar Báltico (Ostsee). Se trata de uno de los puertos más concurridos y dinámicos de Alemania, de aquí parten los ferris que conectan el continente con Escandinavia.


Se encuentra en el área de influencia de la hanseática Lubeck, se sitúa en una lengua de tierra que penetra en el mar.


El nivel de los puestos de socorristas es muy, muy alto.

Se trata de un concurrido centro vacacional. Imagino a la aristocracia militar prusiana veraneando aquí durante las primeras décadas del siglo XX. Esperando pacientemente que Serbia rechazara el ultimátum del Imperio Austro-húngaro, después del asesinato del archiduque Franz Ferdinand y su esposa, la eslovena, Sophia Chotek.



Travemünde es más un pueblo que una ciudad, enclavado en el lugar donde el río Trave (el mismo que alimenta a Lübeck) desemboca en el mar Báltico. Desde la Edad Media esta fue la salida natural que empleaban los mercantes y marineros de Lübeck (castellanizado Lubeca) para alcanzar el mar Báltico.



Más allá de este mar Escandinavia, el principio del fin de Europa. Hacia allí dirigimos nuestras miradas, y nuestros anhelos de aventura en plena naturaleza.

Las patas rosas permiten identificar a la Gaviota Argéntea.
Un solitario ostrero
Un cuervo
Un llamativo estornino pinto.
Una focha común.
Un cisne común.
Una feliz pareja.

Es Travemünde, además, un lugar interesante para observar aves en su propio medio: cuervos, fochas, mirlos, ánades, gaviotas, cisnes y ostreros (el primero que he visto en mi vida).




Aquí podría pasar un verano entero, una playa sin Sol ni calor es un sueño para mí. Mi alma cálida del sur de Andalucía disfruta más de los frescos veranos del Norte de Europa.



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