miércoles, 30 de octubre de 2019

NAVIA.




Una localidad asturiana, encajada entre acantilados y a orillas de la ría. Desde el principio del poblamiento humano, el lugar donde se ubica Navia, ofrecía ventajas para la pesca, el comercio y las relaciones con las tribus vecinos. Como en el caso de la cercana Luarca, Navia recibe su partida de nacimiento de manos del rey castellano Alfonso X que le concede Carta de Población con sus fueros. Este documento regio autoriza el amurallamiento del núcleo de población, el derecho a celebrar mercado semanal, a la distribución de parcelas entre los vecinos y también una organización administrativa formada por dos alcaldes, dos jueves y una asamblea vecinal. Es también una ciudad que se inserta en el Camino de Santiago. 


La iglesia más destacada de la localidad, Santa María de la Barca, está dedicada a una imagen de Nuestra Señora de la Barca que data del siglo XIII y que milagrosamente fue hallada por unos humildes marineros durante una galerna.


La ría de Navía, desnaturalizada y acondicionada por la necesidad de mantener un canal de navegación ha sido la principal vía de comunicación de la ciudad. La construcción de un paseo permite caminar desde el corazón de la villa a la desembocadura del Navía.


El crecimiento auspiciado por la industrialización (como en gran parte de Europa) obligó a un desarrollo urbanístico en la segunda mitad del siglo XIX; se decide derribar la muralla medieval, permitiendo ensanchar las calles.


A finales de esta centuria y comienzos del siglo XX, los retornados emigrantes de América, junto con sus capitales, dan un importante impulso económico, adquiriendo propiedades, construyendo mansiones, escuelas, caminos . . .


En las últimas décadas del siglo XX se produce un gran desarrollo con la instalación de varias empresas, transformación de madera, de leche, astilleros, así como la mejora de la ganadería y la agricultura.



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