jueves, 17 de octubre de 2019

BALLOTAS EN EL CANTÁBRICO.




La imponente Cordillera Cantábrica se precipita sobre el mar homónimo, dando forma a una costa montañosa, acantilada y tremendamente irregular. Caminar pegado al litoral es una experiencia vital fascinante, auque agotadora (especialmente cuando vas cargado con la mochila). Los peregrinos xacobeos que andan por el Camino del Norte sabrán de que hablo.




El camino que une Soto de Luiña y Cadaveo, transcurre casi en su totalidad por el interior de un bosque húmedo. El perfil es regular en su irregularidad, subiendo y bajando, descendiendo hasta el fondo del valle donde encontramos algún riachuelo, arroyo o regato, y un posterior ascenso hasta encontrarnos con la calzada que nos conduce hasta la siguiente población. Y luego una nueva bajada, y otra subida, y otro pueblecillo, y así sucesivamente en un precioso sendero rompepiernas que pone a prueba la potencia, la resistencia y la fortaleza mental de los caminantes.






En Asturias llaman Ballotas a estos pequeños valles, algunos de los cuales desembocan en playas salvajes, tranquilas y pedregosas, como la de la fotografía.


Cuando los eucaliptos y los pinos se asoman al mar Cantábrico. Los bosques asturianos se asoman al mar, tapizan las estribaciones septentrionales de la Cordillera Cantábrica, aquella que cierra la Península Ibérica por el Norte. Veinte kilómetros para el disfrute visual, a pesar del calor asfixiante y la humedad. Por largas caminatas como estas decidimos (durante algunas semanas) meternos en la piel de un peregrino.


El camino del Norte por la costa es el más duro ( de los que conozco) pero los paisajes y las panorámicas bien merecen el esfuerzo.




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