sábado, 17 de agosto de 2019

LOS NUEVE DE LA FAMA.




La Edad Media, esa época oscura que prolonga su existencia desde la caída del Imperio Romano de Occidente, hasta la conquista turca de Constantinopla, es un período de efervescencia cultural (a contrario de la creencia generaliza de atraso y regresión), cuyas creaciones han traspasado fronteras físicas y temporales. Monjes y escritores, juglares y trovadores, goliardos y profesores de universidad, dieron forma a un interesante universo literario, cuyos ecos traspasaron el Barroco y nuestro celebrado Siglo de Oro, para irrumpir con nuevos bríos en el Romanticismo y llegar, más o menos transformado, hasta nuestros día. Entre estos temas ocupa un lugar destacado el de los Nueve de la Fama, otros tantos nombres convertidos en modelos ideales de caballero, el héroe medieval por antonomasia.

Estos Nueve caballeros de la Fama se distribuyen en tres triadas que representan a tres mundos religiosos diferentes pero a la vez complementarios: el judaísmo, el paganismo clásico y el cristianismo medieval. Jacques de Longuyon fue el primero en agruparlos de esta forma y bajo este nombre en su Voeux du Paon, en el año 1312.

La Triada del Antiguo Testamento está formada por Josué, uno de los profetas de Israel que condujo a su pueblo a conquistar las tierras de Canaan, el rey David, arquetipo de rey guerrero en le Biblia y Judas el Macabeo, líder de la revuelta de los macabeos contra el dominio seleúcida.

La Triada pagana está formada por tres de los héroes de la Antigüedad Clásica; Héctor, el hijo de Príamo rey de Troya, Alejandro Magno, el conquistador más grande de todos los tiempos y Julio César, paradigma de estadista que aúna su capacidad militar y sus dotes como político.

La Triada cristiana, plenamente medieval, la componen los tres caballeros que definieron con su ejemplo la Orden Universal de Caballería: el emperador Carlomagno, renovador de la idea imperial, el legendario rey Arturo, cuyas hazañas se pierden en la brumas de la leyenda y el triunfador de la primera cruzada, Godofredo de Bouillón, convertido en Protector del Santo Sepulcro.


Pinturas, miniaturas, esculturas, múltiples y variadas son las representaciones medievales (y aún posteriores) de los Nueve Caballeros, apareciendo siempre agrupados en tres grupos de tres. Cada uno con los elementos identificativos, incluyendo el blasón.

Este lugar literario común fue motivo de significativas adaptaciones, como Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, y sus nueve seguidores iniciales, encargados de extender el catolicismo y el espíritu de la Contrarreforma por todo el Orbe.

Don Quijote de la Mancha, caballero andante como pocos han existido, no tiene reparo en compararse con ellos: “Yo sé quien soy – respondió don Quijote -, y sé que puedo ser, no sólo los que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia, y aún todos los Nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por sí hicieron se aventajarán las mías”.

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