sábado, 22 de junio de 2019

LA MANCHA HÚMEDA.




Los humedales de la Mancha conforman un genuino ecosistema en medio de la vasta y árida llanura, un auténtico santuario para las aves, tanto las migratorias como las residentes. La Mancha Húmeda se extiende por las provincias de Toledo, Cuenca, Albacete y Ciudad Real, y está formada por más de sesenta humedales que se ubican entre las Lagunas de Ruidera y las Tablas de Daimiel. En el año 1980 fue declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO.

El origen de este extenso humedal se encuentra en la compleja interrelación que se establece entre aguas superficiales y aguas subterráneas, que confieren al sistema un carácter singular, convirtiéndolo en uno de los complejos lagunares más importantes de Europa Occidental.

Los humedades de la Mancha albergan una flora halófila, es decir, adaptada a suelos salinos (otras especies morirían aquí en poco tiempo), así como una gran variedad de fauna, en especial aves ligadas al medio acuático, que encuentran en este oasis manchego las condiciones ideales para nidificar, descansar e invernar.


Hablar de La Mancha húmeda puede parecer una paradoja o una broma a quien conoce esta región sólo de forma superficial. Para el viajero que la haya cruzado en cualquier dirección, pero rápidamente, el mejor exponente de la comarca son los campos de cereal y los inacabables viñedos que se extienden, sin interrupción, hasta más allá del horizonte. Sin embargo, para naturalistas y cazadores, las tranquilas lagunas de aguas transparentes bordeadas de carrizos, el gangoso griterío de los patos en las serenas noches estivales, el rasgarse del aire cuando pasan raudos los ánades – apenas percibidos como una sombra en la difusa luz del amanecer – e incluso el olor como de mar chico que arrastra consigo la brisa y anuncia la proximidad del agua, son símbolos tan válidos de esta región como puedan serlo los trigales, los viñedos, los campos de azafrán o las norias.

Un contraste tan fuerte entre una y otra imagen se debe a que La Macha húmeda, como la designan a veces los naturalistas, no se deja descubrir con facilidad en la aparente monotonía de la extensa llanura, donde muchas veces el sol es el único punto de referencia que nos permite distinguir el norte del sur y el este del oeste. Para descubrirla es preciso realizar un esfuerzo, apartarse de las rutas principales, adentrarse por caminos polvorientos en verano y embarrados en invierno, que se entrecuzan en todas direcciones y se parecen entre sí como gotas de agua, y confiar que la laguna que buscamos no haya sido desecada por un emprendedor campesino o el tramo del río al que nos dirigimos no sea ahora un geométrico canal por obra y gracia de una excavadora.

Coincidiendo aproximadamente con la cuenca alta del río Guadiana y distribuidas por Ciudad Real, Toledo, Cuenca y oeste de Albacete, existen cerca de un par de centenares de lagunas, de muy diversas características y de las que sólo unas cincuenta tienen dimensiones considerables. (Fauna Ibérica y Europea. Félix Rodríguez de la Fuente. Salvat).


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