martes, 11 de junio de 2019

HOMERO. SEMBLANZA DE INDRO MONTANELLI.




No sabemos nada de Homero. No sabemos siquiera si verdaderamente existió. Según la leyenda más comúnmente aceptada, fue un «trovador» ciego del siglo VIII antes de Jesucristo, que los señores contrataban para oírle cantar sus maravillosas historias. Ellos no podían leerlas porque eran analfabetos, y el tiempo lo pasaban únicamente guerreando, cazando y saqueando. Pero también Homero, tal vez, era analfabeto. Recogió la materia de sus poemas directamente de labios del pueblo y la transformaba, con su inagotable fantasía, según el gusto de los aristócratas auditores. Con todo el respeto por su genio, debía de ser un gran filón, porque en sus historias los que le daban hospitalidad encontraban con qué satisfacer su propia orgullo. Cada uno de ellos, además de ver exaltadas las gestas de sus antepasados, hallaba un árbol genealógico que le unía más o menos directamente a un dios. Él se ganaba el pan halagándoles y tal vez pasó una vida feliz, de parásito de lujo, y si bien no había de ser fácil contentarles a todos a causa de los odios y las rivalidades que les dividían, parece ser que lo logró.
Indro Montanelli. Los Griegos.


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