miércoles, 1 de mayo de 2019

CORDILLERA DE LOS PIRINEOS. Montaña que acongoja el alma humana.




Es muy difícil encontrar el punto justo donde el Pirineo deja de ser navarro (o catalán, aragonés o vasco) y comienza a ser francés (tal vez aquitano). Su situación como barrera física surgida en el último plegamiento alpino, ha convertido a esta impresionante (e imprescindible) cadeba montañosa en perpetua (y osmótica) frontera entre Francia y España, y yendo (bastante) más allá entre Europa (último apendice de Eurasia) y España.

La cordillera aparece dividida en dos unidades, el Pirineo Axial, que presenta los picos más altos, como el Aneto, y el Prepirineo que discurre paralela a la vertiente meridional. Roncesvalles, Jaca y Andorra son los pasos naturales e históricos.

Colosal barrera pétrea que aisla a la península Ibérica del resto de Europa. La gente los atraviesa y se mueve sin descanso por sus valles y pasos naturales. Tierra de simbiosis donde lo catalán, los francés y lo aragonés se funden, en Andorra viven una independencia fingida, mientras vascos y navarros se desparraman por sus dos vertientes. Históricamente, antes de España, Navarra, Cataluña y Francia, eran iberos y aquitanos. Por aquí irrumpieron los celtas que procedían del corazón de Europa.

Aníbal, el osado general norteafricano fue (y sigue siendo) uno de los héroes de mi infancia. Entre otras cosas por que su mente fue capaz de idear un plan descabellado; conducir un ejército de elefantes, atravesar Pirineos y Alpes, y lanzarse a conquistar Roma. Ahora yo estoy en Francia (en el lado de allá) e intentaré emularlo pero en sentido contrario. Y sin elefantes.

Por aquí pasó Carlomagno, y los vascones le dieron para el pelo (y de paso inspiraron a los bardos francos). También cruzó Napoléon con su Grand Armee, para llegar a la Bahía de Cádiz, asentar sus reales en Puerto Real (concretamente en el Trocadero) y quedarse a las puertas de la Tacita de Plata. Las niñas gaditanas se reían de los fanfarrones mientras peinaban sus tirabuzones.

Y por aquí también pasó Gotescalco, obispo de Puy y primer peregrino europeo en visitar la tumba de Santiago Apóstol.

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