lunes, 29 de abril de 2019

PONTESAMPAIO.




Un vetusto puente de piedra utilizado desde hace centurias, insertado perfectamente en un típico paisaje costero gallero, rodeado de montañas por las que escalan callejuelas, casas de piedra y hórreos de bella obra, sus cimientos pétreos se hunden en el cieno y forman parte de un variado y rico ecosistema. Millones de pisadas nos antecedieron y otras tantas vendrán detrás.


Este puente fue conocido desde la Edad Media como Ponti Sancti Pelagii de Luto y fue durante siglos el único paso entre Arcade en Soutomaior y Ponte Sampaio en Pontevedra. 144 metros de puente sustentado por diez arcos.


Dada su antigüedad y debido a su carácter estratégico defensivo, el puente está cargado de historia, y de historias que contar, escenario mudo de muchos acontecimientos vividos desde su construcción.



En tiempos del obispo Gelmírez – o Xelmírez – allá por el siglo XII, este lugar fue un punto clave para comunicar las tierras de Tui, al sur del Reino de Galicia con los dominios del Arzobispado de Compostela. El propio arzobispo tuvo que mediar para que se eliminase el pontazgo impuesto por los Condes de Borgoña a todos aquellos que quisieran cruzarlo.


En el siglo XX fue escenario de una batalla entre el ejército popular gallego y las tropas del mariscal francés Ney.


Desde que comenzaron las peregrinaciones a Santiago de Compostela, Pontesampaio es lugar de paso obligado para los caminantes que vienen siguiendo la ruta portuguesa.




Un precioso pueblecillo marinero que crece desde la orilla de la ría hasta la montaña. Es el paisaje que uno espera encontrar por estos lares, calles de pendiente pronunciada, gruesos muros, hórreos y algún cruceiro. Pero lo que configura todo el pueblo es el famoso pueblo (del que ya hemos escrito), una obra medieval que muestra diez arcos con bóveda de sillería que están asentados sobre tajamares bajos y fuertes, que imprimen un carácter de fortaleza eterna.




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