sábado, 27 de abril de 2019

HELLÍN, LA CIUDAD DEL TAMBOR.




Llegado el Miércoles Santo, a eso de las tres de la tarde (la misma hora en que Jesús de Nazaret murió en la cruz), la ciudad entera comienza a moverse al paso que marcan los redobles de miles de tambores. Vecinos y vecinos, pequeños y mayores se convierten en tambolileros por unas horas, y recorren las calles en procesión al son de la percusión. Hellín es una ciudad de tamaño medio (en realidad la segunda localidad más poblada de la provincia), situada en la provincia de Albacete, entre Murcia y la capital manchega.




El origen histórico de la ciudad es incierto, aunque es probable que se la Iyyih que aparece en el pacto de Teodomiro. Tras la conquista cristiana Hellín se integró en el Reino de Murcia, y durante mucho tiempo sufrió los avatares de su ubicación en la frontera con el Reino nazarí de Granada.




Hellín sigue siendo un lugar de paso hacia el interior de la Mancha (cuando venimos desde Murcia o desde Andalucía), y como tal dispone para el visitante de una interesante oferta gastronómica, con gran variedad de bares, restaurantes y terrazas. Con gran variedad de bares, restaurantes y terrazas. Como muestra un botón: 22 Gastrobar Hellín.




Una ciudad 80% llana y un 20% empinada. La parte alta, zona noble de la villa, esta coronada por el ayuntamiento, ornamentado estos días para la Semana Santa, y la parroquia gótica de Nuestra Señora de la Asunción, con una imponente obra color tierra.


Cuando arranca la Semana Santa Hellín se transforma en la ciudad del tambor. No se cuantas tiendas relacionadas con el tambor y sus complementos pude contar. También es un buen lugar para comprar una bota de vino.


En definitiva, una ciudad que no entraba en mis planes, pero en la vida, y en los viajes (auténtica metáfora de la vida), las circunstancias mandan: encontramos un buen lugar para almorzar, y después de comer, nada mejor que caminar.

En Hellín comencé mis caminos del Quijote. 



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