Para los primeros cristianos no había nada más grande que morir mártir por la fe. Para los antiguos vikingos morir valientemente en batalla era su máxima aspiración. Los primeros alcanzarán la gloria celeste, los segundos brindarán sentados en la mesa del dios Odín. Los guerreros caídos son despedidos con alegría por sus compañeros de fatigas.
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