En el siglo XVIII la mayor parte
de la población europea se dedicaba a la agricultura,
aproximadamente 80% del total. Una agricultura de subsistencia muy
dependiente del clima. La mayor parte de las tierras se dedicaban al
cereal, aunque también tienen cierta importancia la vid y el olivo
(en especial por parte de los monasterios).
La propiedad de la tierra estaba
en manos de los privilegiados. Esta propiedad se ejercía en virtud
de dos instituciones: mayorazgo y manos muertas.
La propiedad de la tierra estaba
vinculada, puesto que no se podía comprar, ni vender, ni dividir, y
estaba concentrada en manos de la nobleza e iglesia. Para que la
familia siga manteniendo su nivel de riqueza se establece el
mayorazgo (hereda únicamente el hijo mayor). La consecuencia es que
la economía es estática, no avanza, y su desarrollo se ralentiza.
Las manos muertas eran parte de
las tierras del clero, que tampoco se podían vender y que en muchas
ocasiones no eran explotadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario