jueves, 3 de enero de 2019

CASTILLO Y ALDEA DE BUJARAIZA.




El sol otoñal de la tarde ilumina el esqueleto pétreo del castillo Bujairaza y los terrenos circundantes, pastos frescos para los pequeños rebaños de gamos que salen de la masa boscosa en el crepúsculo. Naturaleza siempre viva, historia olvidada y sepultada por las aguas, la pertinaz sequía deja al descubierto los restos derruidos de la fortaleza que un día dominó el entorno. Lo que antaño fue una próspera aldea, hoy es un pantano, los ancestrales bosques mediterráneos, el maravilloso Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas. 


Hace siete décadas las aguas del río Guadalquivir, convenientemente encauzadas para formar el pantano llamado El Tranco, sepultaron la aldea de Bujaraiza, situada en las proximidades de Hornos de Segura. Las casas, los campos de cultivo, los cobertizos, las ilusiones y los sueños de sus habitantes desaparecieron para siempre. Lo único que quedó por encima de la superficie es el castillo. A finales de cada verano, después de la larga estación seca típica del clima mediterráneo, la retirada de las aguas dejan al descubierto los restos de la aldea.



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