viernes, 21 de diciembre de 2018

RAUCHING, CRUELDADES GRATUITAS.




Según Gregorio de Tours, en tiempos de los merovingios, un duque llamado Rauching, cruel como él solo, cometía maldades abominables (y gratuitas). Si un sirviente sostenía una vela mientras estaba sentado a la mesa, algo normal y corriente, hacia que le desnudaran las piernas y aplicaba la cera ardiente sobre su piel.

Dos de sus sirvientes se casaron en secreto. Rauching pidió al párroco que se los devolviese, bajo solemne promesa de no separarles nunca. Hizo cortar un árbol, vaciar su tronco y construir un ataud. Luego ordenó depositar el ataud en una fosa y allí colocó a la muchacha como si estuviese muerta. A continuación arrojó sobre ella al desgraciado sirviente. Tapó el ataud y llenó la fosa de tierra. No quebró su juramento, prometió no separarlos nunca (de nunca).

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