Hace
mucho tiempo, allá en los albores de la Segunda Edad, los grandes
herreros elfos forjaron anillos de poder. Nueve para los hombres
morales. Siete para los señores enanos. Tres para los altos señores
elfos. Pero entonces el Señor Oscuro aprendió el arte de hacer
anillos y forjó un anillo maestro. El anillo para gobernarlos a
todos. Con este anillo singular se adueñaba de la Tierra Media sin
que nadie pudiera detenerle. Cuando la última alianza de hombres y
elfos caída ante su poder, una inadvertida sombra heroica se
interpuso venciéndole. Era el príncipe Isildur, uno de los grandes
reyes del otro lado del mar, quien se apoderó del anillo. Pero como
no lo destruyó, el espíritu del Señor Oscuro pervivió y empezó a
cobrar forma y a expandirse de nuevo. El anillo tenía voluntad
propia y la cualidad de desprenderse de una mano para ser encontrado
por otra con objeto de volver por fin a la de su dueño. Y perdido
por Isildur fue a parar al fondo del gran río Andúil donde reposó
durante miles de años. En el transcurso de esos años el Señor
Oscuro capturó los nueve anillos hecho para los hombres y convirtió
a sus dueños en espectros del anillo, sombras terribles, bajo el
dominio de su enorme sombra que recorrieron el mundo en busca del
anillo singular.
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