Desde la
Cordillera Cantábria hasta el Cáucaso, la elegante silueta del
rebeco vigila desde las cumbres, brinca de peña en peña y trepa por
las laderas más escarpadas en todas las montañas del sur de Europa.
El rebeco
(Rupicapra rupicapra) también denominado sarrio o gamuza es un
rumiante de pequeño tamaño, miembro especial de la numerosa familia
de los bóvidos. Decimos que es especial, porque su aspecto sugiere
una especie de cruce entre antílope y cabra. Una criatura montaraz y
grácil, con cuernos en forma de gancho y dotado de una habilidad
especial para trotar por los riscos y trepar por las montañas.
Su hábitat
preferido es la montaña, aunque también lo podemos encontrar en la
llanura, tanto en bosques caducifolios como penetrando en los grandes
bosques de coníferas en busca de refugio y comida. Los rebecos
realizan migraciones verticales de corto recorrido; en verano suben a
los parajes alpinos, las máximas altitudes por encima de los pastos
de los rebaños domésticos (y preferentemente lejos de las
interferencias humanas), mientras que en invierno descienden de la
montaña para ocupar el límite superior del bosque y hábitats
estrictamente forestales.
Animal
sociable (y gregario) forma grupos mixtos de entre 5 y 20 individuos
(aunque según las condiciones pueden alcanzar el centenar). Un macho
viejo y experimentado vela por la seguridad de la manada y advierte a
todos en caso de peligro lanzando un grito de alarma. No obstante, es
bastante común que los machos vivan apartados de las hembras, o en
compañía de otro solitario.
En época de
celo el macho dominante reúne un harén de hembras y las defiende de
las apetencias de otros competidores. Machos solitarios de gran
tamaño se acantonan en sitios inaccesibles y pasan allí largas
temporadas, expulsando de su territorio a otros rebaños o indiviuos
intrusos.
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