Mucho antes
que los ingleses estableciesen las reglas del fútbol y del rugby,
los legionarios romanos ya practicaban un rudo juego de pelota, el
Harpastum. La pelota usada era de pequeño tamaño, pero de gran
solidez. El Harpastum era un juego, pero también un entrenamiento
con el que los legionarios rompían, de cuando en cuando, la
monotonía de la vida castrense. Los jugadores debían estar dotados
de velocidad, agilidad y fuerza, y una considerable resistencia a
golpes, magulladuras, choques y caídas.
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