Braga – antigua Braccara Augusta
– pasa por se la capital religiosa de Portugal, desde la época en
que se convirtió en cabeza de convento.
Gruesos muros, almenas y un recio
torreón le confieren el aspecto de auténtica fortaleza.
¿Una fortaleza para defenderse de
los intrusos? O ¿para evitar que escapen los que duermen el sueño
eterno bajo su suelo, custodiados en su cripta?
En el interior de este templo
románico descansan los condes portucalenses Teresa de León y su
esposo Enrique de Borgoña, padres del primer rey de Portugal Alfonso
I.
En el año 1102 el obispo de
Compostela, Diego Gelmírez, visitó la ciudad de Braga y su
catedral, con la sana intención de robar algunas de las reliquias
que allí se conservaban. La clerical hazaña es conocida como el Pio
Latrocinio. Además de las reliquias, Gelmírez consiguió que
Santiago de Compostela se convirtiera en Archidiócesis.
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