Cuerpos desnudos danzando y
riendo, pájaros coloridos de enorme tamaño, cuadrúpedos híbridos,
formas oníricas, criaturas antediluvianas pastando en el Edén,
bivalvos que saborean a un humano, tenebrismo infernal y lluvia de
meteoros ardientes. Un tríptico imposible, con el paraíso en la
tabla izquierda y el oscuro infierno en la tabla diestra. En el
centro, el Jardín de las Delicias, con todo el mundo entregado al
disfrute carnal y al pecado terrenal.
¿Alucinaciones de un loco?,
¿premonición de un visionario? ¿surrealismo medieval? Un pintor
que entró por un agujero del tiempo para crear uno de los cuadros
más enigmáticos e inquietantes de toda la historia del arte.
El Bosco, Jheronimus van Aken,
concibió una obra a medio camino entre el mundo real y la fantasía
onírica, un cuadro que haría las delicias de Salvador Dalí y de
los prodigiosos dibujantes japoneses de Manga, que quedarían
atrapados por las figuras trazadas por el genio holandés.
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