Poderosa arma de control (y
sumisión) el miedo fue utilizado por la iglesia católica (y todas
las religiones en general) a lo largo de la Edad Media. Era habitual
que los sermones lanzados desde el púlpito hicieran constante
alusión a los futuros suplicios que esperan a condenados y
pecadores. Julién de Vézelay declaró hacia 1150; “Tres cosas me
aterran, y ante su mención, todo mi ser interior tiembla de miedo:
la muerte, el infierno y el juicio futuro”.
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