Solitaria y asilada de la
población de Mundaka, la ermita de Santa Catalina (Santa Katalina
baseliza), a orillas del mar Cantábrico, expuesta a la lluvia y la
galerna, ha contemplado de cerca la cara más amarga del sufrimiento
humano. Leprosería, hospital o lugar de refugio, en el interior de
sus muros buscaron protección, amparo y consuelo lo más
desgraciados.
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