miércoles, 11 de enero de 2017

LA REVUELTA DE GANTE EN 1379.




Disputas comerciales, con intereses políticos de fondo, que acaban tiñiendo de sangre la tierra que pisamos. En el año 1379 los barqueros de Gante, gente robusta y fuerte, armados con palas, martillos y enormes mazos, agredieron, sin previo aviso, a los albañiles que trabajaban en la construcción de un canal, que amenazaba la legendaria prosperidad gantesa.


El proyecto consistía en abrir un canal para unir directamente el Lys con el río de Brujas, el Reie, una infraestructura perjudicial para el comercio fluvial de Gante. Enterados del tumulto, los tejedores acudieron a prestar brazos a sus conciudadanos. Se asaltaron las prisiones y prendieron fuego al castillo condal. En un abrir y cerrar de ojos el levantamiento espontáneo y popular se habia convertido en una revuelta antiseñoral en toda regla, contra el conde Luis II.

En ese momento surge la figura de Phillipe van Artevelde, un oportunista, hijo del, también rebelde, Jacob Artevelde, para ponerse al frente de la revuelta y defender los intereses de la burguesía de Gante.

El envalentonado, aunque indisciplinado, ejército comandado de Phillippe, dirigió sus pasos hacia su odiada rival, Brujas. El ejército de Brujas le salió al paso, pero fueron derrotados. Los ganteses saquearon la ciudad sin piedad. Cuenta una leyenda que los guerreros robaron el Dragón de la catedral y lo llevaron a Gante para colocarlo en lo más alto del campanario.

La nobleza continental hizo piña y acudió a socorrer a un desbordado conde Luis II de Flandes. Con el apoyo del rey francés Carlos VI y la inestimable ayuda del duque de Borgoña Felipe el Atrevido, el ejército nobiliario flamenco aniquiló a los sublevados en la batalla de Roosebeke (1382). Phillipe cayó en el campo de batalla y su cadáver fue exhibido ante rel rey francés y colgado de un árbol.  

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