Al igual que su padre, el
Duque Miezko, Boleslao I el Valiente mantuvo relaciones cordiales (en
la medida de lo posible) con los emperadores otonianos, que en el
fondo no les parecía nada bien la creciente concentración de poder
en el este. En este tiempo (principios del siglo XI) se va a producir
la conquista de Cracovia y el sometimiento de las tribus eslavas de
la región del Vístula, anexionando Lusacia, Moravia, el país de
los checos y Eslovaquia. Con estas dos certeras acciones consigue
Polonia la hegemonía plena sobre los eslavos occidentales.
El siguiente paso se
produce en el año 1000 con la fundación del arzobispado de Gniezno,
que estaba integrado por tres provincias eclesiásticas; Wroclaw,
Cracovia y Kolberg. Para darle más caché, prestigio y renombre a la
nueva sede metropolitana, Boleslao consigue comprar las reliquias de
Adalberto de Praga para depositarlas allí.
Poco a poco comienza a
preocuparse más por sus propios asuntos, y abandona la concepción
imperialista de los Otones y orienta su política a salvaguardar los
intereses polcaso y la integridad territorial frente a bohemios y
alemanes. De esta forma Boleslao fortalece su autoridad, mantiene
intacta su independencia y en 1025, precisamente aprovechando la
extinción de la dinastía otónida, consigue coronarse rey de
Polonia, con el necesario conocimiento del Papa. Con Boleslao vivió
Polonia su primera etapa de auténtico esplendor, pero a su muerte,
toda su obra quedó en el aire. Continuará....
No hay comentarios:
Publicar un comentario