sábado, 3 de septiembre de 2016

EL LINAJE DE LOS GRANDES REYES HÚNGAROS.



Como los primeros libros del Antiguo Testamento, imitando las profusas genealogías de Tolkien, al estilo de las bellísimas sagas nórdicas. Simón Kezai y Anonymus redactaron sus crónicas, en la Képes Krónica aparecen bellamente ilustradas estas historias, bardos, escaldos y aedos cantaron sus hazañas. He aquí la estirpe de la casa de Arpad, los grandes reyes de Hungría. Nunca hubo una casa real que defendiese su patria con tanto ardor, ninguna familia aportó tantos santos y santas a la Iglesia Católica.

Enfadado con la creación, Dios destruyó el mundo de los hombres, pero salvó la vida de Noé, un hombre de corazón puro, y a su familia. Noe tuvo tres hijos, Sem, Cam y Jafet. La descendencia de la tripulación del arca repobló el mundo. Jafet tuvo a Gómer, Madai, Javán, Mesec, Tirás, Tubal y Magog. Cincuenta y ocho años después del Diluvio Universal, Enetöl, amada esposa de Magog, dio a luz dos gemelos sanos, Hunor y Magor.

Los ingenuos hermanos Hunor y Magor, portadores de una pureza infantil, educados, como el inocente Perceval, según la ley natural, y criados en lo más profundo del bosque alejados de toda corrupción, persiguieron y dieron caza a la Gran Cierva Primigenia. Luego separaron sus caminos y se convirtieron, respectivamente, en los padres de dos poderosas estirpes; los hunos y los magiares. Un descendiente de Hunor, el más famoso de todos, llamado Atila y conocido como Azote de Dios, construyó un efímero imperio nómada que desapareció tras su muerte. Nunca se ha hallado su tumba.

Algunos siglos más tarde (no muchos) cuando la Edad Oscura había caído sobre Europa, y el Imperio Romano no era más que un borroso recuerdo, el Ave Turul fecundó, durante un agitado sueño, a la grácil Emese, esposa de Ügyeko. Y Emese alumbró a Almos. La mítica ave auguró grandes éxitos al linaje que había nacido con Almos. Almos fue padre de Arapd, el invencible.

Siete jefes magiares, caudillos guerreros y magníficos jinetes, Elod, Ond, Kond, Tas, Töhötöm, Huba y el propio Arpad, líderes de otras tantas tribus, atravesaron al galope el impresionante arco carpático, llegaron a la Gran Llanura - el Alföld – bañada por el río más emblemático de Europa, el Danubio, siguiendo la estela que el Ave Turul dejaba en el cielo, e iniciaron la conquista de la patria – Honfoglalás. Celebraron un ritual, vertieron sangre en un cáliz dorado y todos bebieron de él, formalizaron un juramento y sacrificaron al príncipe Almos; todos los reyes debían portar la sangre sagrada del Turul.

El gran caudillo guerrero Arpad, conquistador de tierras y de hombres, borró del mapa la Gran Moravia, tuvo varios hijos, entre ellos otro valeroso guerrero, Juctosa, pero sobrevivió únicamente uno, Zolta. Juctosa, el mayor, engrendró a Falicsi, y Zoltán a Taksony. Falicsi perdió el liderazgo y la vida en la batalla de Lechfeld, combatiendo a Enrique I “el Pajarero” y fue sustituido al mando de los magiares por su primo Taksony. Taksony tuvo dos hijos, Mihaly y Geza. Mihaly fue el padre de Vazul. Töhötöm, fiel compañero de correrías de Arpad, fue padre de Horka. Horka engendró al voivoda de Transilvania Gyula, y Gyula tuvo una hija, Sarolta, que se convertiría en madre de Hungría.

Sarolta se casó con Geza, se unieron dos estirpes y el fruto de este matrimonio fue Esteban. Esteban eliminó a todos sus rivales, unificó todas las tribus, se bautizó y fue coronado primer rey de Hungría. Pocos años después de su muerte fue elevado a los altares de la santidad. A partir de este momento se establece el ritual de coronación y las piezas fundamentales que le dan forma y la hacen legítima: la Santa Corona, el arzobispo de Esztergom y la sede de Szekesfehervar. Las reinas consortes quedaron vinculadas a la diócesis de Vezprem.

Esteban casó con una germana, Gisella de Baviera y tuvieron un hijo, Emeric, que murió joven y no llegó a reinar. El primo de Esteban, Vazul, que no pudo reinar, tuvo dos hijos que si lo hicieron, Andrés I y Bela I. La discordia enraizó entre ellos al igual que sucedió entre Caín y Abel (o Rómulo y Remo). Las hermanas de Esteban sentaron a dos reyes en el trono; Pedro Orseolo, medio veneciano e hijo de una de ellas, y Aba Samuel, medio cumano y esposo de la otra. Ambos indignos por no representar a la noble raza magiar.

Andrés I fue padre de un rey, Salomón, que pasó sus últimos días viviendo como eremita en una cueva, y Bela I de dos, Geza I y Ladislao I, que además de rey fue Santo y Caballero. Ladislao prefirió el celibato y no tuvo hijos, pero Geza I tuvo dos, y se convirtió (a partir de este momento) en el ancestro único de todos los reyes hasta Ladislao IV, conocido como “el Cumano”. Los dos hijos de Geza fueron Almos y Colomán, que se llevaban mucho peor que Caín y Abel, el segundo mandó cegar al primero, incapacitándolo para el gobierno y coronándose rey. Uno ha pasado a la historia como el Ciego y el otro como el Bibliófilo, por su amor a los libros y el afán por patrocinar la cultura. El hijo de Colomán reinó como Esteban II y el de Almós como Bela II (también cegado por su malévolo tío Colomán). Tres reyes engendró este Bela, Geza II, Ladislao II y Esteban IV, los dos últimos enfrentados al primogénito. Geza II transmitió la sangre arpádica a sus hijos Esteban III y Bela III, que tuvo dos hijos, Emerico, que fue rey y padre de Ladislao III, y Andrés II el Hierosolimitano, cruzado y figura del parlamentarismo en Europa Central. Andrés II tuvo un digno heredero en Bela IV que se las tuvo tiesas con los mongoles, una hija elevada a la santidad, Santa Isabel, y un hijo póstumo fruto de su tercer matrimonio, también llamado Esteban. Bela IV engrendró a otra santa, Santa Margarita y a otro rey, Esteban V. Esteban V fue padre de Ladislao IV el Cumano no por sangre sino por preferencias, que fue sucedido por Andrés III, hijo de Esteban el Póstumo. En 1301 moría sin heredero Andrés III y con él la legendaria estirpe de Arpad. Una nueva era comenzaba en el Reino de Hungría.


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