El bosque húmedo
infestado de mosquitos se hace pesado a los pies y a los pulmones.
Atravesamos arboledas, pantanos, lodazales y ciénagas, respirar es
difícil y la marcha se va ralentizando conforme se hunden nuestras
botas en el fango del camino. La lluvia cala los huesos y llevamos
varíos días sin ver el Sol. Las pocas provisiones se van pudriendo
y las aguas de este lugar son del todo insalubres. Si no encontramos
un manantial pronto, toda la expedición perecerá en este bosque.
Nuestra carne alimentará esta tierra y los huesos a las leyendas.
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