Un caballero andante,
solitario, camina por agrestes páramos con la única compañía de
un perro, símbolo universal de lealtad. El cornudo diablo y la
muerte con un reloj de arena en la mano, le vigilan de cerca, le
acechan y le tientan, mas el hombre se mantiene firme, constante e
imperturbable, sin ceder al deseo ni caer en el pecado. Este
enigmático grabado de Alberto Durero, de cierto aire romántico, ha sido
interpretado como la eterna lucha entre bien y mal, vida y muerte,
hombre y demonio...
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