“22.000 libras de
galletas (perfecto sustituto del pan), bolsas de harina, bolsas de
arroz (no puede faltar el cereal), 5.700 libras de carne de cerdo
salada (única forma de comer carne), 200 toneladas de sardinas
(imprescindible el pescado azul), 1000 quesos, 500 ristas de ajo y
cebolla, 1.400 libras de miel (para endulzar las largas noches en
alta mar), 3.000 libras de pasas, uvas y almendras (fuente inagotable
de calorías y lo más parecido a la fruta), gran cantidad de azúcar,
7 vacas vivas (leche fresca cada mañana), 417 odres y 250 barriles
de Jerez (hay que mantener entusiasmada a la tripulación)”.
Magallanes hizo provisión de todo esto para encarar una larga
travesía y poder alimentar a 260 hombres. La clave estaba en el
despensero, hombre sufrido, con una complicada tarea, repartir los
víveres, intentando dar salida a los alimentos que empiezan a
pudrirse, calcular lo que queda de viaje y asegurarse que todos los
marineros tuviesen su ración. Pese a todo, el escorbuto causaba
estragos durante estos largos y agotadores viajes.
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