En
la confusa nebulosa del origen (al menos el origen de nuestro todo),
en el lapso temporal en que Caos devino Cosmos, se desarrolló el
Hádico (también llamado Azoico – sin vida - ), el primero de los
grandes eones de la historia geológica terrestre. El nombre Hádico,
derivado de Hades, dios del infierno, se refiere al lago periodo en
que la tierra estaba en proceso de transformación de una enorme bola
de fuego a hogar de la vida.
Hace
4500 millones de años (millón arriba, millón abajo) comenzó la
formación del planeta por condensación de polvo cósmico,
originando una bola incandescente. Poco a poco, muy lentamente, a lo
largo de un prolongado periodo de tiempo (demasiado extenso y remeto
para aprehenderlo), inabarcable para la mente humana, la superficie
del planeta se fue enfriando. Una epidermis terrestre que recibe
continuamente el impacto de meteoritos.
Cuando
los geólogos se lanzan a estudiar el eón Hádico se topan con un
problema derivado de la propia dinámica de la Tierra que hace muy
complicado localizar fragmentos de corteza que sean tan antiguos como
el planeta. No obstante, estudios recientes han permitido encontrar
rocas compuestas por un mineral llamado zircón, con una antigüedad
superior a los 4.200 m.a..
A
medida que el planeta se enfriaba la geosfera va adquiriendo
consistencia, se fue formando una débil e inestable corteza, al
tiempo que se diferencian el manto y el núcleo. Lasa convulsiones
terrestres y las continuas erupciones volcánicas expulsan gases al
espacio, participando en la génesis de la atmósfera. Esta atmósfera
primigenia era reductora (carente de Oxígeno) y estaba formada
básicamente por Hidrógeno, Metano, Dióxido de Carbono y Amoníaco.
Las primeras lluvias marcaron el nacimiento de la hidrosfera.
Estas
precipitaciones dieron lugar a zonas húmedas permanentes donde eran
posible las reacciones químicas (el caldo primitivo ya estaba en su
punto) y fenómenos de condensación. Nuestro recipiente vital (y en
este punto no puedo dejar de recordar el Tazón del Génesis de Lisa
Simpson) comenzaba a funcionar. Todo estaba preparado para la
aparición estelar: la vida.
Cuando
finaliza el Hádico la Tierra tenía una corteza sólida rocosa,
aunque continuamente convulsionada por un ingente cantidad de
movimientos sísmicos y erupciones volcánicas, que dieron lugar a
una especie de infierno apocalíptico y de ahí su vinculación con
el dios inframundo.
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