Ulrich von Hutten fue
caballero del Imperio, reputado humanista y defensor de la Reforma
Protestante. Siendo muy joven, su padre, empeñado en verlo ordenado
sacerdote lo envió a un monasterio, pero el indisciplinado Ulrich se
las arregló para escapar. Ávido de conocimiento (pero inconstante
hasta la exasperación) vagó de una universidad a otra, pasando por
Colonia, Viena, Leipzig...sin obtener grandes resultados. Caído en
la pobreza y viéndose en la indigencia por su mala cabeza, varias
veces puso su espada al servicio del mejor postor; sirvió en el
ejército imperial de Maximiliano I (que lo nombró Poeta Laureado y
lo quiso convertir en propagandista), se alistó como soldado en
Bolonia durante las Guerras Italianas y participó (con total
convencimiento) en la revuelta de los caballeros contra el arzobispo
de Trier. Seducido por la energía renovadora de Martín Lutero
abrazó el protestantismo desde el Humanismo, aunque le importaba un
pimiento la doctrina teológica. Escribió poesía y en sus poemas
cantó a la pureza de las costumbres germanas, letras que le
convirtieron en figura del primer nacionalismo alemán. Convencido
del glorioso destino del pueblo germano, afirmaba que lo mejor que
pueden hacer los italianos es someterse al poder alemán y que los
franceses harían bien en no intentar jamás avanzar más allá del
Rin. Aventurero, anárquico, trotamundos y vividor, la fatiga vital
le arrastró hasta una isla del Lado de Zurich donde el llamado “mal
francés”, la sífilis, que contrajo durante alguna loca juerga
universitaria, terminó derrotándole.
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