Estepa desolada, árida y dura, inmenso
mar de hierba, azotada por terribles ventiscas y extenuada por
insufribles heladas, es desde la noche de los tiempos el inhóspito
hogar del lobo (otro ser estepario no tan diferente del descrito
magistralmente por Herman Hesse). Una región que se extiende entre
varios mundos, donde hombres y lobos se comportan de la misma forma,
únicamente existe un objetivo: la supervivencia. El lobo es el
inmemorial rival del ser humano, al sedentario le roba al ganado y
con el nómada compite por el territorio. Lobos y hombres han reinado
(cada uno a su manera) en el Hemisferio Boreal. Al igual que el
hombre de la estepa, el lobo es un vagabundo, un merodeador que vive
al margen de la civilización, a costa muchas veces de los esforzados
campesinos, en palabras de Mircea Eliade “el lobo es el símbolo
del fugitivo”. Lobo, depredador ancestral, resistente y tenaz,
aparece (a veces como protagonista absoluto, a veces como secundario
de lujo) en las leyendas atátivas, los mitos esenciales y los
cuentos populares de los pueblos moradores de las estepas: uzbecos,
hunos, kirguizos, turcos, mongoles, magiares...
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