La escultura del dios
Serapis, interpretado como Plutón, señor del inframundo, fue
tallada en el siglo I d.C. y adornaba el frente escénico del teatro
romano de Emérita Augusta. A Serapis, cuyo culto se extendió por
Grecia, Egipto y Roma, se le relacionaba con la salud y se le
atribuían curaciones milagrosas.
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