miércoles, 3 de febrero de 2016

BEZIERS, UNA CIUDAD EN EL PAÍS DE LOS CÁTAROS.



Beziers, situada en el Languedoc, matriz del catarismo, por momentos más ibera que gala, y menos franca que hispana (mejor dicho, catalana), a orillas del río Orb, en época romana discurría por aquí la Vía Domitia.



Una orografía irregular, un continuo sube y baja, que nos transporta a su magnífica catedral de St-Nazaire, un faro visible en varios kilómetros a la redonda, y corazón perpetuo de esta plaza fuerte que rezuma mucha historia y alguna leyenda.


Arnaldo Amalric, uno de esos clérigos metidos a militar, que llenó de almas cielo, infierno y purgatorio, dirigió una cruzada contra los albigenses (también llamados cátaros) y procedió a asediar Beziers, donde se habían hecho fuertes un nutrido grupo de cátaros (los puros), eso sí, entremezclados con vecinos no heréticos. Un oficial un poco ingenuo preguntó al comandante cruzado, “Señor, ¿cómo vamos a saber quién es hereje, y quién no lo es?”. A lo que un bravucón y despiadado Amalric respondió con desdén; “Matadlos a todos. Dios sabrá diferenciar quienes son los suyos”.


No está muy claro quién pronunció aquella lapidaria frase, ni en que situación, pero ya forma parte del acervo histórico y cultural europeo. Europa es una tierra rica en leyendas, porque ¿qué es un pueblo sin leyendas? Estoy totalmente convencido que la leyenda nos transmite más de la gente que la propia historia oficial y escrita. ¿Quién pronunció realmente la frase? Al cabo poco importa la historia, el poso de la leyenda es mucho más profundo.


La catedral de St. Naziere, con torres y almenas, adquiere el aspecto de una auténtica fortaleza.





La iglesia de la Magdalena (¿es posible adscribirla al temple?) fue testigo del episodio más brutal que sufrió Beziers; en julio de 1209 los cruzados exterminaron a la población y arrasaron la ciudad. A juzgar por algunos barrios y ciertas calles, parece que en varios siglos la ciudad gala no ha conseguido recuperarse de aquella destrucción perpetrada por el más radical de los fanatismos.


La iglesia de Santiago – St Jacques – parada obligatoria para los peregrinos que hacían la ruta Xacobea desde (o pasando por) Arlés, románica, y de excepcional acústica, compite en presencia y elegancia medieval con la mismísima catedral.






Medio oculto en un dédalo de calles irregulares, Pépezuc, una vieja estatua que representa a un desconocido emperador romano, acabó asimilada al héroe Montpezuc, que en plena Guerra de los Cien Años, defendió la ciudad de los ingleses (1355).



Rodeada por marismas y un esporádico bosque mediterráneo, Beziers es como una caprichosa modelo de alta costura más bella desde fuera, contemplada en la distancia, pues cuando te acercas encuentras las grietas de muñeca rota, afloran traumas, decadencia y desorden interno.




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