Desde el origen mismo de
la guerra, los combatientes marchaban al campo de batalla al son que
marcaban los tambores o las cuernas. Con el tiempo la música fue
incorporada como un elemento más del mundo militar y los ejércitos
desfilan acompañados por sus bandas. Y el primero de esos ejércitos
que contó con una banda de música permanente fue el otomano.
Mehter era una unidad
especial dentro de la élite del ejército, los jenízaros, y
desempeñaban dos funciones; montar la tienda del estado mayor
(incluida la del sultán) y disponer de una orquesta cuya música
simbolizara el poder del soberano. Existen referencias a mehterhané
otomanas desde finales del siglo XIII y entre los instrumentos que
tocaban podemos enumerar tambores, clarinetes, triángulos,
platillos, crótalos, timbales de guerra y bombos.
A la hora de entrar en
batalla los timbales y clarinetes avanzaban en vanguardia, la música
estimulaba el espíritu combativo de las tropas otomanas, y el
estruendo también amedrentaba al enemigo, insuflando el miedo en el
ánimo del enemigo. En los momentos más solemnes los músicos
vestían de gala, colocaban los timbales sobre camellos (o elefantes)
y desfilaban al tiempo que lanzaban proclamas orales al estilo “Rahim
Allah”.
Especialistas griegos y
armenios eran los encargados de fabricar los instrumentos,
mantenerlos y custodiarlos en unas estancias cercanas a Topkapi. Esta
música “alla turca” influyó en la música militar europea, como
en las bandas militares de Napoleón y en composiciones como las
famosas “Marchas turcas” de W.A. Mozart y de Beethoven.
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