“Tenemos
un sistema político que no envidia las leyes de los vecinos, pues
más bien somos modelo para alguno que imitadores de los demás.
Recibe el nombre de democracia, porque lo administra la mayoría y no
unos pocos. Según la ley, todos tienen unos mismos derechos en los
asuntos privados y, en cuanto a la posición social, cuando alguien
goza de buena reputación, todos les honran por su virtud y no por su
clase; y ni siquiera la pobreza, con su insignificancia, le priva a
uno de recibir honores cuando proporciona algún bien a la ciudad”.
(Tucídides. Historia de la guerra del Peloponeso).
La Democracia Ateniense, cuyo origen podemos situar a finales del siglo VI a.C. con las reformas de Clístenes, es uno de los sistemas políticos más admirados y estudiados de la Historia del Viejo Mundo: un sistema en que los ciudadanos eran los verdaderos protagonistas de la vida política de Atenas, una democracia directa y participativa. Muchos han querido encontrar en esta democracia (un tanto idealizada), las raíces profundas de nuestros actuales sistemas políticos.
Todo el entramado democrático ateniense descansaba sobre dos pilares básicos e imprescindibles: isonomía y parresía.
♠ Isonomía. Los ciudadanos son libres e iguales ante la ley, por tanto todos podían desempeñar cargos públicos.
♠ Parresía. Se refiere a la libertad de expresión, aunque incluye también la obligación de decir siempre la verdad, expresándose con la mayor claridad posible.
Ostracismo, el peor de los castigos. Los privilegios sociales, civiles y políticos estaban vinculados a la ciudadanía, por consiguiente, la pérdida de la ciudadanía, se convierte en el peor de los castigos que podía sufrir un ateniense. Cuando un político tenía algún comportamiento ambicioso (y egoísta), mostrase tendencia al autoritarismo o se demostrase culpable de corrupción, podía ser expulsado de la ciudad, por un período de diez años. Este castigo se denominaba ostracismo, ya que el nombre del ciudadano en cuestión se escribía en un trozo de teja denominado ostrakón.
La política ateniense funcionaba a partir de una serie de instituciones participativas:
♠ Ecclesía. La Asamblea ciudadana, constituída por todos los ciudadanos de la polis mayores de edad, recibía el nombre de Ecclesía. La ecclesía se reunía en una colina cercana a la Acrópolis para debatir todos los asuntos que concernían a la ciudad. Entre sus funciones estaban declarar la guerra, aprobar las leyes propuestas por la bulé y condenar a alguien al ostracismo.
♠ Bulé. La bulé era un organo similar al Senado (un consejo de ancianos) compuesto por quinientos miembros mayores de treinta años, elegidos anualmente mediante sorteo. Este consejo se reunía en el buleuterio, situado en el Ágora, espacio abierto, corazón de la vida social ateniense. Los miembros de la bulé se encargaban de preparar los temas que se van a presentar a la asamblea, controlar a los arcontes, imponer multar, convocar la ecclesía y proponer leyes.
♠ Arcontes. Los arcontes eran magistrados, una especie de ministros que se encargaban de poner en marcha las decisiones de la Ecclesía y la Bulé. El arcontado estaba formado por diez arcontes elegidos anualmente por sorteo, y los más importantes eran el epónimo, jefe nominal de la ciudad que daba nombre al año, el basileus (literalmente rey) que se ocupaba del culto, y el polemarca, jefe del estado mayor del ejército. El resto de arcontes vigilaban el correcto cumplimiento de la ley.
♠ Estrategos. Tenían funciones militares, eran oficiales responsables del ejército.
Además de estas instituciones exclusivamente políticas, en Atenas existía un tribunal de gran importancia, el Areópago, cuyos miembros eran antiguos arcontes. Juzgaba los delitos de sangre y atentados contra la seguridad del estado.
A pesar de ser una experiencia política pionera, la democracia ateniense distaba mucho de ser una democracia perfecta (¿y cuál lo es?) en la que tuviesen cabida todas las personas. La participación política estaba reservada en exclusiva a los ciudadanos, hombres varones nacidos en Atenas de padre ateniense. Esclavos, extranjeros (todos aquellos no nacidos en la ciudad) y las mujeres quedaban al margen.
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