sábado, 30 de enero de 2016

CASTILLO DE ALMODÓVAR DEL RÍO.



Cerca de Córdoba, con Sevilla en el horizonte cercano, como centinela del Valle, en el lugar donde Guadiato y Gudalquivir unen sus cursos, se levanta la magnífica fortaleza de Almodóvar del río, una de las más hermosas de toda la península. El Castillo de Almodóvar del Río, un bonito ejemplo de la idealización de la Edad Media, ofrece al visitante todo aquello que espera encontrar en una fortaleza medieval.


Desde aquí podemos controlar toda la Vega del Guadalquivir.



Almohade, castellano y calatravo, a lo largo de la historia este castillo, una especie de perpetuo guardaespaldas de Córdoba que nunca perdió de vista a la poderosa Sevilla, ha tenido varios dueños.


La torre del maestre enfrenta a la del homenaje, entre ambas se disponen todas las dependencias de la fortaleza.


Pendones al viento nocturno.


Fortaleza de origen árabe construida sobre restos iberos y romanos, hacia el año 740. Recibió el nombre de Almudawwar Al Adna y formo parte sucesivamente del Califato y de las taifas de Sevilla, Carmona y Toledo. En el año 1240 Fernando III lo conquistó mediante pacto de capitulación con sus habitantes (siempre se ha considerado inexpugnable). Años después de la conquista de Córdoba (1236), continuó con el sometimiento de las poblaciones de la campiña cordobesa, incluida Almodóvar, despejando el camino hacia el Bajo Guadalquivir. Un movimiento previo a las conquistas de Jaen (1246) y Sevilla (1247).



Entre estos muros podemos rastrear las huellas del rey Pedro I “el Cruel” que los usó como residencia, como cárcel y como caja de caudales para custodiar sus tesoros a lo largo del siglo XIV. En esta época es cuando el castillo empieza a adquirir gran importancia. En el año 1513 la fortaleza fue entragada al Maestre de la Orden de Calatrava.



A principios del siglo XX, el XII Conde de Torralva, D. Rafael Desmaissieres, inspirado por el espíritu romántico acometió las más importante reconstrucción de la fortaleza, dotándola de su aspecto actual. Movido por su interés por la historia y la cultura, y su pasión por las leyendas medievales de caballeros andantes, invirtió gran parte de su fortuna personal en restaurar el castillo. Además construyó nuevas zonas, como la capilla, el salón de la biblioteca y el palacio neogótico. Cuatro años antes de concluir las obras, al conde le sorprendió la muerte, y no pudo cumplir la gran ilusión de su vida; convertir el castillo en su hogar.


La hiedra escala los muros con parsimonia.



En algunas de las estancias nos encontramos con escenas de la vida cotidiana en un castillo medieval.




Ceremonia de vasallaje.



El vestidor era una dependencia donde el caballero se vestía con su armadura y se preparaba para las justas y para las batallas. El vestidor se situaba en un lugar cercano al patio de armas para tener fácil acceso a la montura. En general contaba con la ayuda del escudero o de algún sirviente.







Armería y maestro armero. La armería era el lugar del castillo donde se almacenaban todas las armas y municiones. También era utilizado como taller para la fabricación y reparación de las armas. Situado cerca del patio de armas, en un lugar de fácil acceso para la tropa.



La capilla fue construida durante la restauración del siglo XIX.


Cuentan que el castillo está habitado por el espíritu errante de la princesa Zaida .



Entre cuentos, historias y piedras, la más legendaria de todas las espadas.



Reconstrucción, rehabilitación y ambientación. No sabemos con exactitud cual era el aspecto original de la fortaleza, pero cuando uno la visita, encuentra exactamente lo que espera ver: un castillo medieval idealizado. Caminos de ronda, almenas, patio de armas, mazmorra, armería, torres, forman un conjunto armónico totalmente creíble y complementado con algunas escenas de la vida militar (y política) que se desarrollaba en su interior. A veces el rigor histórico no es lo más importante, un escenario como este emociona y atrapa a todo aquel que decide pasear por el adarve, y desde las almenas contemplar a un lado las enhiestas torres de la fortaleza, y al otro la fértil y próspera vega del Guadalquivir.



Visitando lugares como este, dejando volar la imaginación, soñando aventuras de princesas y dragones, es la manera en que se desarrollo la mente, y la semilla que puede hacer germinar el árbol del conocimiento. 



Aquí la Edad Media cobra vida, sin tener cuenta si la escribía un positivista o un marxista. Es una máquina del tiempo que permite a niños y niñas (y los no tan niños) del siglo XXI viajar a un pasado remoto, y descubrir no solo de donde venimos, sino la riqueza y variedad de la cultura humana.








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