martes, 17 de noviembre de 2015

SOBRE IBERIA DE APIANO (XLII)



82.-Sucesivos fracasos de Emilio.
Al prolongarse el asedio de Palantia, comenzaron a faltar los alimentos a los romanos y el hambre hizo presa en ellos, todos sus animales de carga perecieron y muchos hombres empezaron a morir de necesidad. Los generales Emilio y Bruto resistieron con paciencia durante mucho tiempo, pero, vencidos por la mala situación, dieron la orden de retirarse, de manera repentina, una noche alrededor de la última guardia. Los tribunos militares y los centuriones corrían de un lado a otro apremiando a todos a hacer esto antes del amanecer. Y ellos, en medio del tumulto, lo abandonaron todo, incluso a los heridos y enfermos que se abrazaban a ellos y les suplicaban que no los abandonasen. Como la retirada se llevó a cabo de forma confusa y desordenada y muy semejante a una huida, los habitantes de Palantia atacando desde todos los lugares les causaron muchas heridas desde el amanecer hasta la tarde. Cuando llegó la noche, los romanos, hambrientos y exhaustos, se dejaron caer en el suelo agrupados, según cayó cada uno, y los de Palantia se retiraron gracias a una intervención de la divinidad. Y esto fue lo que ocurrió a Emilio.

83 El senado desaprueba el tratado de Mancino y entrega a éste a los numantinos.

Cuando los romanos se enteraron de ello, separaron a Emilio del mando y del consulado; retomó a Roma como un ciudadano privado y se le impuso una multa. Todavía se estaba dirimiendo la querella entre Mancino y los embajadores numantinos. Estos últimos mostraron públicamente el tratado que habían realizado con Mancino y éste transfirió la culpa del mismo a Pompeyo, su predecesor en el mando, imputándole que había puesto en sus manos un ejército inactivo y mal equipado y que, por esto mismo, también aquél había sido derrotado muchas veces y había efectuado tratados similares con los numantinos. En consecuencia, afirmó que esta guerra, decretada por los romanos en violación de estos tratados, había sido llevada bajo auspicios funestos. Los senadores se irritaron con ambos por igual, pero Pompeyo escapó, debido a que ya antes había sido juzgado por estos hechos. Y decidieron entregar a Mancino a los numantinos por haber llevado a cabo un tratado vergonzoso sin su autorización, argumentando que también sus antepasados habían entregado a los samnitas a veinte generales que habían tratado en semejantes condiciones sin su consentimiento. Por tanto, Furio, llevando a Mancino de vuelta a Iberia, lo entregó, inerme, a los numantinos, pero ellos no lo aceptaron. Elegido general contra ellos Calpurnio Pisón no realizó ningún intento contra Numancia, sino que hizo una incursión contra el territorio de Palantia y, tras haberlo devastado un poco, pasó el resto de su mandato en sus cuarteles de invierno en Carpetania.

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