Todo tiene
un principio. Al menos eso enseña la tradición judeo-cristiana, que
tanto ha influido (para bien y para mal) en nuestra visión del
mundo y de la historia (una concepción lineal del tiempo). Cuando no
se conoce ese principio, pues se inventa. Y en el caso (habitual) de
tener constancia de algunos datos, los adornamos con el maquillaje de
la leyenda. Pues bien, Valaquia también tuvo un voivoda primigenio,
como Prometeo o Rómulo, una suerte de figura imprescindible para la
forja de un pueblo (a partir del siglo XIX una nación) y ese es Radu
Negru (1269 – s. XIV), Voivoda Radu o Negru Voda (algo así como
Radu el Negro o Voivoda – príncipe – Negro).
Radu Negru
es el fundador y gobernante legendario de Valaquia, que edificó
iglesias (como todo buen fundador de naciones cristianas) en
Campulung Muscel – cuyas ruinas aún son visibles – y Curtea de
Arges, núcleo originario del futuro principado. Radu Negru se ha
relacionado con los caballeros teutónicos, que fueron convocados por
los húngaros para establecerse y defender Transilvania.
La más
antigua crónica del país que recoge los orígenes del Principado de
Valaquia, relata como Radu Negru, que huía de su ducado en Fagaras –
situado en la Comarca de Olt en Transilvania meridional – atravesó
los montes y se refugió al sur de los Cárpatos. Aunque la crónica
no aclara los motivos concretos de esta huida, los eruditos modernos
están convencidos que el ducado había sido confiscado a su legítimo
dueño y otorgado a un noble magiar, Ugrinus, por decisión del rey
de Hungría Andrés III. Los sucesores de este Príncipe Negro
protagonizaron un proceso de unificación que terminó desembocando
en la formación del estado de los rumanos de Valaquia o Tara
Romaneasca.
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