El debate sobre el origen
del feudalismo en Europa Occidental ha sido durante décadas uno de
los más interesantes de la historiografía sobre el Medievo. Algunos
investigadores de prestigio han rastreado sus orígenes en la
encomendación carolingia. El punto de partida, la existencia de la
fragmentación del poder público. Tras la caída del Imperio Romano
de Occidente en el 476 desaparece la seguridad que proporcionaba el
estado romano, surgiendo en Occidente un sentimiento de inseguridad
colectiva. A pesar de los estados germánicos recién formados, no
existía un poder regio que garantizase la convivencia. La solución
que se halló fue buscar la protección personal, del hombre poderoso
hacia el humilde y de baja condición socioeconómica.
La fórmula encontrada
es la Encomendación, la primera institución plenamente medieval. Es
una institución jurídica a través de la cual un campesino se
encomendaba y se ponía bajo la protección directa de una persona
poderosa. De alguna manera este campesino débil se convertía en
“hombre” del poderoso. El señor le entregaba a ese campesino
unas tierras para que las trabajase y viviese de ellas, pero no le
entregaba la propiedad de esa tierra, sino que la daba el usufructo
de las mismas. Esta institución acentúa la entrada en dependencia o
vinculación personal, el débil busca (y encuentra) el apoyo del
poderoso, y como contrapartida, el poderoso va constituyendo a su
alrededor una clientela fiel y eficaz. Este fenómeno lo podemos
situar durante prácticamente toda la Alta Edad Media, en el seno del
reino Franco, del reino Visigodo o del propio Imperio Carolingio.
Esta Encomendación no
surge de la nada, tuvo sus antecedentes en la Antigüedad Tardía. En
el mundo tardorromano se desarrolló el patronato. Este patronato
materializaba la existencia de patronos que controlaban a otros
individuos más débiles. Por otro lado, dentro de las comunidades
germanas existían las clientelas militares, que hacían referencia a
las relaciones personales entre jefes y guerreros.
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