En una sociedad
aristocrática, varonil y guerrera como era la ibérica, los hombres
y mujeres seguían manteniendo un estrecho (e irrompible) vínculo
con la esencia femenina, con la Madre Tierra. Eso al menos se
desprende de la proliferación de esculturas de damas de hermosas
facciones. Quizá la Dama de Orihuela no sea de las más conocidas,
pero su belleza es innegable. Esculpida en arenisca y conservada en
el pequeño museo de la ciudad alicantina, procede del prolífico
Cerro de los Santos. Un manto cubre la cabeza de una dama datada en
el siglo IV a.C. y que presenta un rostro colmado de serenidad. El
yacimiento de procedencia es un santuario donde recibió culto una
divinidad, de nombre desconocido, que se relaciona con unos depósitos
de agua medicinales. Podemos imaginar un ritual centrado en la
ablución o incluso ingestión de estas aguas, y en la ofrenda votiva
de figuras como esta.
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