La enorme cabeza del
gigante filisteo yace sin vida a los pides de un muchacho judío,
casi un niño, elegido por dios para ser ungido como Rey de Israel.
La escultura es obra de Pietro Francavilla, un artista manierista
francés que se había formado en Italia y que también había
participado en los trabajos del Cenotafio de Maximiliano I en
Innsbruck.
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