sábado, 9 de mayo de 2015

CARLOS II DE NAVARRA "EL MALO".



Hijo de los Reyes de Navarra y aspirante al trono francés , anduvo metido (prácticamente) en todos los fregados de la época (guerra de los Cien Años, revueltas parisinas, conquista del Reino de Albania, guerra Civil Castellana) y cuando descubrió que nunca se sentaría en el trono francés se conformó con reinar en Navarra, logrando al menos (y eso ya era mucho) mantener la integridad de su territorio. Carlos lo tenía todo para convertirse en uno de los hombres más poderosos de Europa Occidental, pero algo falló, ¿él mismo?, ¿las circunstancias?, ¿la pericia de sus rivales?, ¿la ineptitud de sus aliados?. De cualquier manera no era su destino llegar a ser ese rey poderoso.

Su madre Juana II de Navarra (hija de Luis X ) había sido apartada de la línea sucesoria al trono de Francia por su condición de mujer (en virtud de la Ley Sálica que tantos quebraderos de cabeza trajo a Fernando VII y a su hija Isabel II). No obstante, siempre que tuvo la más mínima posibilidad, por muy remota que fuera, Carlos se mostró dispuesto a reclamar unos derechos que él consideraba legítimos. Su padre, Felipe de Evreux , noble francés y rey consorte de Navarra tenía amplias posesiones en Normandía que heredó el propio Carlos.


Carlos tenía 17 añitos cuando murió su madre, siendo coronado en la Catedral de Pamplona (27 de Junio de 1350) nuevo rey de Navarra (asusta pensar un rey de diecisiete años en el mundo inmaduro de hoy). Ese mismo año murió el rey francés Felipe VI y Carlos abandonó Navarra decidido a hacer valer sus derechos al trono de Francia, dejendo a su hermano menor Luis, a cargo del gobierno. En sus porfías por la corona francesa contó siempre con el inestimable (e impagable) apoyo de su familia, en especial de su tía Juana de Evreux (viuda del último rey Capeto Carlos IV) y su hermano Felipe, hombre enérgico y obstinado.

Instalado en la corte, pronto comenzó a conspirar contra todos y la primera víctima fue Carlos de la Cerda, favorito del rey francés Juan II, asesinado por sus matones. Este acontecimiento (trágico y habitual en contextos de luchas por el poder) acrecentó la enemistad entre ambos gallos del corral, y eso que el monarca francés, precisamente para contentar al navarro, le había entregado a su propia hemana Juana en matrimonio. A partir de este momento (otro punto de inflexión en su vida) Carlos comenzó a reunir a su alrededor a todas las personas descontentas con los Valois (que llevaban poco tiempo reinado), incluyendo a los ingleses (eternos enemigos). De todas formas los franceses nunca apoyarían la investidura de un monarca extranjero, y probablemente Carlos nunca fue capaz de comprenderlo. Este ceguera le llevó a malgastar demasiadas energías inútilmente.


Carlos de Navarra fue una persona que se alió con todos, y que a todos traicinó. En ese sentido, apoyó la rebelión burguesa de Etienne Marcel , se convirtió en capitán general de París, para acabar aplastando la insurrección campesina (con lazos fraternales con los movimientos urbanos) de la Grande Jacquerie. También hizo buenas migas con los flamencos y los ingleses en un intento de socavar la autoridad de los monarcas franceses. Y todo para nada. En 1365 perdida toda esperanza de ocupar el trono de Francia, tras su renuncia mediante el Tratado de Saint Denis, decidió abandonar su cruzada personal y regresar a los asuntos de Navarra.

En la Península Ibérica las cosas tampoco fueron fáciles, en un doble contexto bélico, la Guerra de los Cien Años y la Guerra Civil en Castilla; franceses, ingleses, castellanos y aragoneses, andaban enfrascados en uno de esos conflictos poliédricos, que parecen no tener fin, con batallas, asedios, pactos, escaramuzas, tratados, asesinatos y traiciones. Carlos selló alianzas y rompió pactos según el momento y los intereses particulares. Aunque en principio trató de mantenerse al margen, se enfrentó con todos, y si bien es cierto que no logró ni la corona francesa, ni aumentar sus territorios, no es menos cierto que consiguió mantener intactas las fronteras del Reino de Navarra, rodeado como estaba de potenciales enemigos, que podrían haber anexionado el reino, sin excesivas dificultades.

En el interior del reino navarro desarrolló un profundo programa de reformas que incluía un saneamiento de la administración, el refuerzo de la nobleza como pilar basico de la monarquía y la creación de Cámara de Comptos (1364) situada en la capital Pamplona, como principal órgano financiero. Además reconstruyó la iglesia-fortaleza de Ujué y proyectó fundar allí mismo una Universidad, de la que llegaron a construirse los cimientos (visibles aún hoy) pero que se tuvo que abandonar por falta de recursos.

A Carlos II los franceses lo llamaron "el Malo" quizá en contraposición a su rey Juan II al que conocían como el Bueno (Jean le Bon). Rey malo en Francia pero monarca querido en Navarra.

Su muerte sigue rodeada de misterios, pues se cuenta que murió abrasado en su propia cama, al parecer víctima de los remedios de un médico alquimista que le había preparado un tratamiento a base de suaves sábanas blancas empapadas de aguardiente. La chispa de una lámpara cayó sobre las vendas y el monarca acabó convirtió en una antorcha humana. De esta novelesca forma abandonó este mundo el rey Carlos II.



Un médico judío de Zaragoza, Samuel Trigo se hizo cargo del cuerpo, al que evisceró y preparó para la eternidad. Embalsamó el corazón utilizando aguarrás, mirra, aloe, incienso, resiina, colonia y goma arábiga, y luego fue introducido en un pinchel (vaso) de estaño. El cuerpo fue sepultado en la Catedral de Pamplona, las entrañas se trasladaron a Roncesavalles y el corazón fue llevado a Ujué donde se celebraron los funerales, siendo depositado en el interior de una arqueta en el altar mayor de su iglesia. Como dice la voz popular "genio y figura, hasta la sepultura".  

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