domingo, 12 de abril de 2015

ORDEN DE AVIS



El universo de las Órdenes Militares ha despertado, desde siempre, el interés de los eruditos y estudiosos de la Edad Media, y ha echado a volar la imaginación de las almas más sensibles y fantasiosas. Un grupo de hombres de férreas convicciones, capaces de renunciar a los placeres humanos más mundanos y luchar denodadamente, empleando todas sus energías, por un objetivo concreto. Aunque la realidad histórica, más prosaica que poética, no se tan ideal, ni esos hombres tan puros e inmaculados, lo que si es cierto, es que estas Órdenes Militares jugaron un papel fundamental en una época en permanente estado de guerra, en la q ue aún no existían ejércitos ni profesionales, ni permanentes.

A imitación de las Órdenes Militares creadas en Tierra Santa al amparo de las cruzadas (Templarios, Hospitalarios y Teutónicos), nacieron en la Península Ibérica, las conocidas como "Órdenes Nacionales", vinculadas a algunos de los reinos existentes y encaminadas, como sus modelos próximo orientales, a combatir el Islam por la fuerza de las armas. Una de esas órdenes militares fue la Orden de Avis en el Reino de Portugal.

En una época de batallas y cruzadas contra los musulmanes, edad de oro de las órdenes militares, tiempos convulsos que vieron germinar poderosos estados acaudillados por reyes guerreros, Alfonso Henriques, al frente de caballeros normandos e ingleses, y sus propias mesnadas, arrebata Lisboa a los moros en 1147.

Estos caballeros henchidos por el espíritu de cruzada quieren más, el olor de la sangre les enloquece, y juran continuar luchando, sin descanso, contra los musulmanes, a los que consideraban enemigos infieles que deber ser eliminados. Este grupo de guerreros sería el germen de la Orden de Avis.

La inercia de la guerra y los deseos de los combatientes desembocó en la creación de la Orden de Évora en 1166, cuando el flamante primer rey Alfonso, conquistó la ciudad. El primer objetivo de esta orden fue defender Évora de las invasiones sarracenas, una posición estratégica que permitía mantener Lisboa a salvo. Pedro Afonso, hermano o hijo del rey (no he podido encontrar la filiación exacta), fue designado primer maestre.

A principios del siglo XIII, la orden adquirió su denominación definitiva. En 1211 la Orden de Caballeros de Évora cambió su nombre por el de Orden de Avis. La iniciativa respondió a los deseos del maestre Fernando Anés, que decide que la orden abandone Évora, en la que ya no había vecindad sarracena, trasladándose a tierras más próximas al enemigo, en la proximidad de Viamonte. Una leyenda sugiere que en el alto risco donde el maestre ordenó construir la nueva fortaleza, volaban dos águilas, siendo estas aves rapaces el origen de la nueva titulación de la orden.

Desde los primeros momentos de su existencia la orden portuguesa quedó estrechamente vinculada a la orden castellana de Calatrava. En 1187 el papa reconoce, mediante bula pontificia, la existencia de la Orden de Calatrava, pero no la de Évora, de tal manera que la segunda queda bajo la obediencia de la primera.

El más famoso de los maestres de Avis fue Joao, hijo ilegítimo del rey portugués Pedro I, y que como tal, reclamó el trono, provocando un enfrentamiento abierto con Juan I de Castilla, que también pretendía ceñir la corona portuguesa. El maestre de Avis consiguió llevarse el gato al agua, reinar como Joao I y fundar una nueva dinastía en la corona portuguesa; la Dinastía de Avis.

En el contexto de la lucha entre los dos Juanes, se produjo la ruptura de Avis con Calatrava, con motivo de la batalla de Aljubarrota. En esta batalla, que tuvo lugar en terreno portugués en 1385, los calatravos lucharon a favor de Castilla y los caballeros de Avis hicieron lo propio por Portugal. El enfrentamiento alcanzó tintes dramático con un duelo fratricida. Nuno Álvares Pereira, condestable portugués (y héroe de la jornada) tuvo que luchar contra sus dos hermanos que formaban parte del ejército castellano. Uno de ellos, Pedro, era maestre de Calatrava. Joao I obtuvo la victoria, y a pesar de las heridas abiertas Avis siguió dependiendo, en la práctica, de Calatrava, hasta que unos años más tarde, el papa Eugenio IV, permitió su independencia.

Combatir a los infieles musulmanes, enemigos irreconciliables, hasta su expulsión definitiva de la península y propagar la fe católica de Cristo, era el credo de los Caballeros de Avis, siendo, desde 1325, su símbolo una flor de lis verde situada a la izquierda del pecho. Los caballeros profesaban la regal de San Benito y cumplían con tres votos esenciales; pobreza, obediencia y castidad. Prácticamente los mismos votos que cualquier orden monástica. No obstante, a medida que iba desarrollando sus cometidos militares, fueron suavizándose los votos. En ese sentido, en 1496, el papa conmuta el voto de castidad absoluta por la obligación de mantener la más estricta fidelidad conyugal.


Con el tiempo, y debido a los cambios estructurales que afectaron a los estados europeos, la orden quedó reservada a la nobleza y miembros de la familia real, como una distinción más honorífica que otra cosa. Actualmente la Orden de Avis está destinada a la recompensa de destacados servicios militares.  

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