Príncipe
tranquilo entregado a la vida religiosa y contemplativa, llamado
precisamente el Confesor por su escrupulosidad en cumplir con la
confesión y la asistencia a los más desfavorecidos, llegó al trono de Inglaterra (1042 - 1066) en su madurez, rozaba los cuarenta,
convirtiéndose en el último rey sajón del linaje de Alfredo el
Grande. Nunca mostró ser un gobernante fuerte, más que rey, fue un
monje en el trono (Chesterton incluso lo tilda de idiota), que se
rodeó de normandos (en recuerdo de su infancia vivida en aquella
tierra), lo que provocó el descontento entre los nobles sajones.
Cumplió voto de castidad a pesar de estar casado con Edith y su
muerte sin descendencia sumió el país en una guerra por la corona,
de la que salió victorioso Guillermo I el Conquistador. Venerado
como san Eduardo, durante su reinado se comenzó a construir la
Abadía de Westminster y como muchos reyes medievales, poseía poderes taumatúrgicos, y curaba a los enfermos mediante imposición de manos "Yo te toco, Dios te cura".
No hay comentarios:
Publicar un comentario