Un hombre de su época, un caballero de su tiempo, conde militar y cruzado. Protagonista de gestas en vida y de leyendas tras su muerte. Su efigie dorada, con la espada armada, custodia perpetuamente la Santa Sangre de Cristo en Brujas.
Teodorico de Alsacia (Diederik van de Elzas), era hijo de Teodorico II, Duque de Lorena y Gertrudis de Flandes, hija a su vez de Roberto I el Frisón. Teodorico sentía correr la nobleza por sus venas, y desde siempre se supo con legitimidad para optar al Condado de Flandes . Cuando el conde Carlos el Bueno fue asesinado, hizo valer esos derechos sanguineos. Aunque tuvo que luchar por conseguirlo.
A pesar de reclamar el condado para sí, como nieto de Roberto el Frisón, el rey de Francia, Luis VI, consigue imponer a su propio candidato, Guillermo Clito. Descontentos con este nombramiento, Gante, Brujas, Lille y otras destacadas ciudades prestan su apoyo a Teodorico y lo proclaman conde, estallando una dura contienda. Tras algunos reveses y varias victorias para cada uno de los bandos, murió Guillermo Clito, quedando Teodorico como único candidato.
Antes que surgiera otro posible rival, inauguró su gobierno en Gante, y después en otras ciudades. Además contrajo matrimonio con la viuda de Carlos el Bueno, Margarita de Clermont, que falleció pocos años después.
Teodorico fue un dinámico cruzado que realizó cuatro viajes a Tierra Santa. La primera en 1139, y además de gloria encontró una nueva esposa. Su carisma y liderazgo en las victorias le proporcionaron la admiración y la gracia del rey de Jerusalén, Fulco I . El monarca hierosolimitano entregó la mano de su hija, Sibila, al flamante conde flamenco. Curiosamente Sibila había estado casada con Guillermo Clito, el rival de Teodorico por el condado. En otra ocasión protagonizó una acalorada discusión con Reinaldo de Chatillón, lo que ocasionó un sonoro fracaso en el asedio de la fortaleza de Shaizar.
Eso sí, cada vez que marchaba a Tierra Santa, sus enemigos aprovechaban para atacar sus posesiones, mas cuando regresaba a casa volvía a poner las cosas en su sitio, reafirmando su autoridad. En alguna ocasión fue su propia esposa Sibila, la que se hizo de la situación, sometiendo a los señores levantiscos.
En una de sus expediciones a Tierra Santa, y nos movemos ahora en el terreno de la leyenda, Teodorico consiguió hacerse, alguien habla de un regalo, con la más preciada de las reliquias, una ampolla que contiene la sangre de Jesucristo. Cuando retornó a Flandes, la depositó en una pequeña iglesia de Brujas, la Basílica de la Santa Sangre, donde es venerada desde hace ocho siglos. Teodorico recuperó la Santa Sangre, a su hijo Felipe le fue dedicado el Cuento del Graal de Chretién de Troyes, indudablemente un linaje estrechamente vinculado con la mayor de las leyendas medievales, el Santo Grial. La historia de Europa no tendría sentido sin sus leyendas. Es imposible captar en su totalidad el alma humana si no somos capaces de mirar más allá de lo tangible. Los mitos y las leyendas son la amalgama que ha permitido a lo largo del tiempo, que las sociedades humanas (tribales o estatales) permanezcan unidas.
Teodorico siempre es representado con los atributos de caballero, yelmo, escudo y espada, con la lanza en ristre en la fachada del ayuntamiento de Brujas, cubierto de oro sobre la puerta de la Basílica de la Santa Sangre, la posteridad no puede (ni quiera) olvidar sus dotes como guerrero.
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