Concebida como una etapa, o como final definitivo, la muerte siempre ha inspirado las más profundas reflexiones humanas y ha despertado los sentimientos más encontrados: tristeza, rabia, resignación. Todas las culturas han tratado la muerte de una forma similar, sacralizándola y recordando a los que ya no están. Una de las maneras de honrar a los difuntos es a través de los monumentos funerarios. Un detalle del relieve de la tumba de Lamprokles en Hagnus (Ática) representa a un hombre barbado, cabizbajo y con una expresión de recogimiento, que permite vislumbrar una cierta pesadumbre.
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