A la muerte de Felipe el Largo (1322) le sucedió en los tronos de Francia y de Navarra su hermano menor Carlos (IV de Francia y I de Navarra) puesto que el finado no contaba con hijos varones.
En Francia continuó la labor de sus predecesores en la reafirmación del poder monárquico frente a los nobles. Por otro lado puso en práctica una agresiva política financiera aumentando impuestos y poniendo en venta cargos de la administración. Tras tres matrimonios infructuosos, no fue capaz de concebir un heredero. Carlos fue el último Capeto en sentarse en el trono de Francia.
Los navarros estaban escarmentados tras el reinado de Felipe, y abogaban por los derechos de Juana, la hija de Luis el Testarudo. Carlos reinó en Navarra más por la fuerza que por voluntad de los súbditos y vasallos, que nunca tuvieron en buena estima al monarca francés.
Los monarcas impugnaron la legitimidad de Carlos, pero este impuso su voluntad por la fuerza de las armas. A pesar de no jurar los fueros, Carlos I reinó en Navarra hasta su muerte. Afortunadamente para los súbditos navarros la parca no se hizo esperar, llevándose a su rey en 1328. Como Carlos murió sin heredero, los nobles navarros comenzaron a confabular para recuperar su independencia, en la persona de Juana II.
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