domingo, 18 de enero de 2015

CONCATEDRAL DE SAN PEDRO EN SORIA



Es imposible imaginar la Edad Media sin Dios, ni la religión. Iglesias, ermitas y catedrales dan fe (nunca mejor dicho) de ello. Permanecen altivas en sus emplazamientos, rodeadas de un mundo moderno, que parece olvidado de ellas. Muchos de estos edificios se han convertido en vestigios de una lejana época que por un lado queremos olvidar, pero por otro volvemos a ellas para buscar (o inventar) unas raíces que nos sirvan para justificar determinadas posiciones ideológicas.


Uno de esos edificios a los que nos referimos es la Concatedral de San Pedro de Soria, un edificio sobrio, robusto, de anchos muros y escasa altura, como mandan los cánones del románico, que nos dirige irremediablemente al Duero, donde podremos disfrutar de toda la magia de esta tierra.


A pesar de lo que nos pudiera sugerir su apariencia, románico sólo es el claustro, que es de lo poco que queda del edificio primigenio. El actual templo se levantó en el siglo XVI en una estilo gótico denominado de salón, más cercano a la esencia renacentista, tras el derrumbamiento de la colegiata en 1520.


El origen de la iglesia habría que buscarlo en la época del rey Alfonso I el Batallador, que se encargó de repoblar la provincia de Soria. En 1152 los canónigos de la población se congregaron bajo la Regla de San Agustín y se tomó la decisión de levantar un nuevo edificio siguiendo fielmente los parámetros del estilo románico. En 1959 la antigua colegiata de San Pedro se convirtió en concatedral y pasó a compartir diócesis con Burgo de Osma.

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