lunes, 3 de noviembre de 2014

PARROQUIA DE SANTIAGO EN TRICASTELA.



Edificio románico, rodeado por almas cristianas que duermen en tierras sacras, al pie de las montañas. La portada, Santiago peregrino sobre tres castillos, materialización del topónimo Tri-Castella. 


Y no puede faltar la concha, el eterno símbolo femenino. Me acerco a Compostela y me va surgiendo una duda ¿fue Santiago una mujer? O más sencillo aún ¿el Apóstol usurpó su lugar a una matriarca gallega? una de esas mujeres que gobernaba un clan, o incluso un castro entero..



La pétrea, pequeña y sobria iglesia de Tricastela, un templo de estilo románico reformado en el siglo XVIII, hundida en un valle, rodeada de tumbas, cercadas por una pequeña muralla de piedra, un cementerio, un lugar en el que nada vuelve a ser como fue. 


¿El lugar definitivo? Sobrecoge por la belleza natural, por la solemnidad perpetua de la piedra, que se contrapone a la vida efímera, a la carne que mora bajo tierra, a huesos blanquecinos, eternos como la propia piedra, testimonio atemporal de la vida que sustentaron. Lápidas cubiertas de vegetación viva recubren el recipiente de los muertos, volvemos al seno de la madre tierra. Vegetación, iglesia, viento, cielo gris, montañas y tumbas. Un lugar y un momento sublimes.


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