Burgueses
y campesinos forjaron la sociedad europea medieval, y nobles y
clérigos fueron la argamasa que los mantuvo unidos (a las buenas y a
las malas). Nos guste o no, lo cierto es que no podemos alcanzar a
entender la génesis de Europa sin meternos en la piel del caballero
y del clérigo. Uno de estos hombres piadosos a los que nos estamos
refiriendo fue Eusebio de Esztergom, o Boldog Özseb, un eremita
húngaro.
Esztergom
es la madre de la iglesia húngara y una de sus ciudades con más
historias que contar, y que por supuesto no debemos dejar de visitar
si recorremos el norte de Hungría. Un día de 1250 hastiado y
asqueado de la vida urbana, el canónigo Eusebio, emparentando quizás
con la familia Arpad, acompañado por otros hermanos monjes, abandona
la urbe y se encaminan a las solitarias montañas, donde inicia su
movimiento eremita.
El
propio Eusebio, cuya vida está recogida en el códice en latín "La
vida de los hermanos de San Pablo de Tebas" de Gregorio
Gyöngyösi, se convirtió en líder y guía espiritual de esta
pequeña comunidad de hombres, y más tarde fundó la Orden de San
Pablo Primer Eremita, siguiendo las directrices de la Regla de San
Agustín, que llegó a convertirse en una de las instituciones más
influyentes del Reino de Hungría, que además velará por la gente
humilde y necesitada, así como la preservación del idioma, la
historia y la milenaria cultura húngara.
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